sábado, febrero 10, 2007

Entre fogones


Es una pena que la tecnología no haya avanzado todavía lo suficiente como para poder capturar, acumular y transferir aromas en formato ".snif", porque colgaría de internet el olor que invade mi casa en estos momentos.

No es que quiera presumir, no lo pretendo porque no tiene ningún mérito, pero hay ciertos guisos que son francamente sencillos de preparar y realmente resultones.

4 o 5 ingredientes, una olla express, agua, sal y tiempo suficiente y tienes una casa entera con olor a hogar (además de lo que te espera cuando se abra la olla y disfrutes de su contenido sobre el plato).

Diversas circunstancias me han hecho interesarme por este arte ancestral que es la cocina (en versión chapuza, porque seguro que me salto pasos importantísimos... pero hasta ahora no ha habido que lamentar víctimas).
El propio instinto de supervivencia, en primer lugar, y el no caer en el aburrimiento de las pastas, los arroces, los platos precocinados y la comida rápida.
Una amiga feminista a ultranza que cuando me estaba decidiendo a dar el paso a la independencia me dijo que "...al final los tíos termináis yendo a casa de vuestros padres a que mamá os dé de comer..." Me prometí no caer y las veces que he salido de casa de mi madre con algún plato preparado por ella se cuentan con los dedos de una mano... dos si me apuras, pero no más... y precisamente este mes cumplo, creo recordar que 7 años de vida independiente, ¡cómo pasa el tiempo! Y mi báscula puede atestiguar que me cuido bien.
Mi mentora Almudena, que me enseñó a perder el miedo a la cocina y a sustituir los ingredientes que no tengo en casa por cualquier otra cosa que tuviera en ese momento (dentro de ciertos límites).
Y, por último, la curiosidad por ir probando cosas nuevas de mi propia mano, que en otros sitios me han sabido a gloria.
De esta forma, al igual que mis hermanos, he ido tomando nota de los dictados de las fórmulas de mi madre o algún libro de cocina y he pasado del plato de macarrones de cada semana a probar el pescado hecho con mis propias manos (después de rechazárselo a mi madre durante años) sopas, verduras, caldos y, finalmente, guisos de carne o pollo.
Simone Ortega tiene la culpa de que sepa hacer arroz con leche (que me fascina y en ocasiones no ha llegado a enfriarse en la nevera). Ahí el autocontrol tiene una relevancia importante, y por eso hace años que no lo preparo, para evitar caer en la tentación.
Así que ya viene siendo habitual que el sábado por la tarde o el domingo por la mañana los destine a cocinar para que, entre semana, al ver lo elaborado de los platos que llevo, haya quien diga en mi trabajo que soy un crack (no es para tanto, pero aún hay quien se asombra de que un tío se meta en la cocina a hacer cosillas... y le salgan bien).
Y, bueno, ahora tengo un nivel que mantener, además de disfrutar personalmente a través de varios de mis sentidos del resultado de mi dedicación.
Es cierto que soy desordenado y eso de fregar cacharros después no es algo que me agrade especialmente, pero desde que tengo lavavajillas, como que me da menos pereza.
Así que, mientras escribo estas palabras, un codillo se está preparando en mi cocina y por lo que sale a través de la válvula se puede intuir el sabor que tendrá cuando esté terminado.
Bon apetit.
PD: Quién sabe si algún día termine haciéndome unas judías verdes... y me gusten.

3 comentarios:

JC dijo...

Yo un día de inspiración inventé la tortilla de banderillas, pero al momento llegaron unos monos mayordomos con alas enviados por Ferrá Adriá y me robaron la receta atontándome con gas olvidadizo. Las 3 estrellas Michelin, es lo que tienen...

JC dijo...

Por cierto, mejor no hablamos del último disco de Van Morrison, ¿verdad? Eso sí que es comida precongelada... Saluz

mostoman dijo...

...por cierto, a punto estuve de no poder disfrutar del sabor de mi codillo.

Supongo que todo el mundo conoce una historia más o menos cercana de alguien a quien le ha "explotado" una olla express por abrirla antes de enfriarse o por algún fallo de cálculo. La frase de las madres hace referencia a encontrarse literalmente "las lentejas en el techo".

Pues bien, alertado por eso quien más y quien menos cierra la olla con todas sus fuerzas a fin de que ni una gota se salga de su sitio antes de tiempo.

Y cuando fui a abrirla estuve intentándolo durante un buen rato, en varias ocasionas y hasta hacerme daño en las manos. Con un trapo, con las manos directamente... pero no hubo forma.

Finalmente, tras numerosos intentos lo logré y hoy he disfrutado del codillo con patatas.

Delicioso y sencillísimo de preparar. Os lo recomiendo.

Recomiendo: Repetición del Gerundio del verbo Comer: Recomer, Recomiendo, Recomido.